domingo, 15 de agosto de 2010

Piedad.

Somos la consecuencida de esta sociedad insaciable, los nutridos de su odio hasta vomitar. Somos la excepción, que como espadas, cortarán las raices que alimentar a toda esta parafernalia que llamáis mundo.
Arrebataremos los hijos de sus padres, las manos de los cuales, arrugadas de tanto trabajo realizado para dar de comer a esta infamia no tendrán la suficiente fuerza para sujetar a sus bastardos descendientes. Esa burda herramienta más que no les pertenece aunque lo parezca, esos que solo obedecen a los dictámenes del dinero y el vicio.
La piedad será una estatua. Arrojaremos a vuestros pequeños herederos de errores a las brasas, se consumirán, y sus cenizas serán propagadas por el aire anunciando la nueva era. La consumación de todo lo establecido de antemano.
Callaremos los llantos de sus madres inundándolos en su propia sangre, y a sus maridos los someteremos a tales torturas que se verán recogiendo sus intestinos por el suelo mientras aún siguen con vida. Para después arrebatar su último aliento y ver el final en sus ojos.
Caminaremos por este mundo con paso pesado, que removerá hasta las tumbas de vuestros antepasados. Eliminaremos todo vestigio que recuerde el lamentable y desastroso estado del ser humano en este planeta. Usurparemos cualquier posibilidad de futuro para vosotros... Para que os déis cuenta de que lo más importante, no os lo aseguran.

Y cuando todo haya acabado al fin, el silencio recupere el sitio que le corresponde y la oscuridad esconda en las sombras vuestros cuerpos sin vida.... Nosotros, con las manos ensangrentadas y una macabra mueca de satisfacción nos sentaremos en vuestros tronos a esperar nuestra hora. Moriremos como salvadores, como profetas, como Dioses. ¿O es que acaso no lo somos?

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