sábado, 14 de agosto de 2010

Crónica de una tetera.

De verdad. Mira a las teteras. Qué nombre para una cosa, ¿Verdad? Te-te-ra. Siempre me ha hecho reír, no importaba ni dónde ni cuándo. La tetera es... ese tipo de cosa que aparece en tu vida así sin más. Cobra protagonismo un tiempo y luego fuera. Aparece por la cara, como digo yo. La has tenido hasta antes de nacer, era de la abuela, te la regalaron en una fiesta, en la comunión, en una boda, el banco, por navidades... Hechas para convites. Para quedar bien. Muy muy pocos han salido a comprar una tetera por iniciativa propia. Y luego, te la encuentras ahí, en... el armario, la estantería, la vitrina, la cocina... dónde quiera que esté. Tan sola. No... Las teteras no tienen un sitio fijo ¿Sabes? O al menos, no lo han encontrado aún. Por eso pululan por ahí en cada casa, como si estuvieran buscándolo siempre sin que nos demos cuenta. No son como un tenedor, una cama, un brick de leche o un libro.

Antes de que se rompiera, yo tenía una en una vitrina, y a veces.. no sé, me miraba. Parecía que me suplicaba que la sacara de ahí, pero a saber dónde o para qué. Creo que las teteras no hablan por eso mismo, porque tampoco tienen sueños que seguir ya. Aunque seguro que algún día los tuvieron, como el congelador chiquitito que quiere despegarse del frigorífico, o el cojín que suspira del gusto cuando hace función de almohada... La tetera se resigna, sabe que está ahí para lo que está. Pulular sin pulular. ¿Sabeis porque no se mueven por sí solas? Porque son de cerámica y eso, son fuertes y duras, les cuesta dar un paso... no sé, hacia sus debilidades. Creo que en un pasado eran blanditas, o de plástico. Incluso podrían ser hinchables. Por eso creo que mantienen sus curvas suaaaves y laaargas en el fondo. Para recordar eso, aunque ahora sean frías y pétreas. Pero luego, zas, es la primera que se hace cachitos. Un golpe de mierda y ya está mamá llamando para que lleve un recogedor.

Creo que las teteras a pesar de todo odian. Odian su trabajo, servir a la gente. Servirles lo que les dé la gana, normalmente café, para mantenerte despierto. Pero piénsalo ¿Y si la llenan de zumo de manzana? No puede decir que no. Pobres teteras, cómo aguantan. Encima de todo no hay teteros, son las raras del mantel. Cuchara y cucharón, cuchillo y cuchilla, el plato y la plata... Y las teteras ahí, en el centro. Presidiendo algo que les suda el culo presidir. Siendo el cacharro ese feo que sólo queda bien si lleva pintado lo mismo que todos los demás.

La gente de ahora quiere cosas mejores. Por ejemplo una botella te la compras llena ya, de lo que quieras ¡Hasta de té! y se puede reciclar o volver a llenar de agua. Se puede volver a utilizar, no se queda ahí triste, como la tetera. Encima la botella te la llevas donde quieras. Y uno sale, expresamente a comprar la botella, para la fiesta, para el cumple. La quieres tú. Hoy en día la gente no quiere teteras.
Alomejor todas las teteras del mundo se dedican a esperar, esperar a que venga alguien decidido, las saque de allí dónde estén, coja un martillo y las rompa. Y tengan la fortuna de hacerse cachitos porque alguien ha querido eso de verdad. Y no las importe, y después sonrían desde la basura. Aunque después las llamen putas.



Asique aquí está Sandra. Para servirles.

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