lunes, 9 de agosto de 2010

Morfeo.

¿Cuánto tengo? ¿Cuánto me falta? ¿Cuánto tengo que esperar... cuántas horas más? ¿Cuánto puedo? ¿Qué más he de aguantar? ¿Podré con ello? ¿Y si no puedo?¿Me podré engañar hasta el último instante?... ¿Servirá de algo? Preguntas absurdas, ya que, visto lo visto, de saber la respuestá no habría cambiado que me equivocara. Eludir sus evidenvias no me dejan ver ni más ni mejor cielo, ni siquiera duele menos la vida.






A veces echo de menos esos tiempos de Insomnio, donde solo saboreaba una hora de negro cansancio en varios días. Dónde por poco que viviera, era mucho para mí. Me levantaba con las mismas ganas de soñar despierta cada día, aunque no sintiera igual sino menos. Pero no malgastaba el tiempo, ni las palabras. Al menos no tanto como ahora. Sufría sí, pero también amaba, y respiraba, y sentía, la mitad, pero el doble de cosas. El cansancio, mi más fiel enemigo en aquel entonces, hacía de las suyas. Me derrotaba en esquinas o en camas, por pocas horas. Dónde mi mundo se vaciaba, no había NADA en mi cabeza. No había nada que perder, porque elegí la vida.


¿Sabéis? Creo que es eso, que me hace falta una droga dura para ponerme en pie, para poder sentir algo por algo y hacer todo lo que puede dar de sí una persona. Para darlo TODO. Es así, necesito ver efectos placenteros para poder mover un dedo. Necesito ver afecto, necesito ver consecuencias. Necesito sentirme alguien de un segundo a otro. Mi cuerpo ya no vive de ilusiones, señores.

Pues ahí va, creo que soy adicta a Morfeo, a una dulce creación de mi cabeza, y lo admito. Es algo así como ser autosuficiente pero sin serlo. Sueño me acaba de echar las cadenas al cuello. Las esposas a las muñecas. Aún durmiendo poco me da lo que quiero. Lo tengo al alcance de la mano, cuando quiera, dónde quiera, e impredecible, como a mí me gusta. La pareja perfecta. Me hace ver lo bonito en lo asqueroso de todo. Pero como dicen toda droga es una esclavitud, y las esclavitudes tienen sus contras. Vuelvo a la realidad sin tiempo, las legañas y los malos pelos ya no me asustan. Me levanto y todo es un poco más asqueroso cada día. Es igual que cuando tenía a Insomnio a mi lado, me acostaba por necesidad. El día terminaba y eso daba mucho asco.
Quizás es pena, no lo sé. O costumbre. Pero hay algo que me despierta cada día. Asustada. No pienso ya lo que pierdo de mi vida a diario. Y el mundo me escuece. Esa es la consecuencia. Y al igual que lo maldigo, lo bendigo, pues ninguna pesadilla mía supera el hecho de despertarme de ella. Palpar todo tipo de realidades y ambiciones que quieres, pero después despertar y ver que no sigue habiendo nada, y mucho menos nadie con quién contar. Vuelve a no existir nada aquí afuera.

Cuando me despierto de nuevo lo asqueroso es lo más bonito, y hoy tengo demasiados motivos para cagarme en ello. En la rutina que da asco, en las etiquetas, en los motes, en los horarios, en las prisas, en la televisión, en los zombies, en los dormidos despiertos, en la mala vida, la vida mala. La realidad son tus mentiras, los límites, los refuerzos y la suciedad. Mi mal humor. Mis maneras de decir que no soñar da asco de nuevo.

Creí que podía pasar inadvertida evitando sentir, y aquí me tenéis, sintiendo todo esto más que nunca. También creí que me abandonaba la vida al fin, pero ¿Acaso no soy yo la que se aleja de ella?.


 Alomejor el alma se me está pudriendo entre tanta imaginación. No encuentro ya distinción con el infierno. Ningún sentido ahora me parece lo suficiente, siendo la realidad mi mal despertar.

Sé que no es fácil salir, pero es la única manera de no estar dentro.

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