viernes, 10 de septiembre de 2010

Muerte.

Entró en mi cabeza como una semana después que su hermano. 
Él era melancólico, callado, pálido, triste... y, aunque había cierto aire de familia, ella era su opuesto en muchos sentidos: Sensata, encantadora y simpática.
Es delgada y pálida, élfica y dulce, tenía el pelo largo y negro, llevaba ropa negra y un Anj de plata.
Hay un cuento, en la Cábala, que sugiere que el Ángel de la muerte es tan bello que cuando alguien lo (o la) ve se enamora tan profundamente, tan rápidamente, que el alma se le escapa por los ojos.
Me gusta esa historia.
Hay una historia islámica que dice que el Ángel de la muerte tiene alas enormes llenas de ojos, y que cada vez que un hombre muere uno de ellos se cierra, sólo un momento.
También me gusta esa historia y me encanta imaginarme esas enormes alas y un eterno murmullo de ojos abriéndose y cerrándose.
Y también hay un poco de satisfacción personal. No quería una muerte que sufriera por su papel, o que disfrutase con su morbo, o que no se preocupase. Quería una Muerte como la que me gustaría encontrarme cuando llegue mi hora. Alguien que se preocupase. Como ella.



Neil Gaiman







It's funny but on good days i don't think of her so much. In fact... never. I never just say hi when the sun is on my back and my belly's all warm. On bad days i talk to death constantly, not about suicide, because honestly that's not dramatic enough. Most of us love the stage and suicide is definately your last performance... and we're addicted to the stage. Suicide was never an option.

No hay comentarios:

Publicar un comentario