Desencanto. Esa es la palabra que respiro cada día. Nada que fascine, que me atraiga, ninguna razón por la que deba despertarme salvo la inercia. La inercia y las ganas de que pase algo GRANDE. ¿Qué? Pues sí, es triste vivir de rutina y de esperanza.
Mi derrota ya es inevitable.
Es imposible no buscarte, ni saberte, ni intentar que no me duelas como me duele todo ahora. Mis gestos ya no cuentan una mierda, y se me vá la vida, puedo notarlo. Al final todo se hace tan tedioso que pierdes el control, la fe, y el sentido de tí mismo. Floto, y empiezo a odiar todo, sobre todo la ausencia de ese extraño tan conocido. Llueve por dentro la nostalgia, se cierran las compuertas, me duele la garganta el doble y crece la ambición de no querer nada.
Nada de nada. Estoy acabando con todo, poco a poco, segundo a segundo. Y no me gusta, pero es la única manera de....
.... eliminar todo deseo de abrazarte hasta en zig zag.
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