martes, 1 de febrero de 2011

Anclado.





Una vez más vuelvo a abrazarme a mí misma antes de salir ahí afuera. Lejos de las sábanas no hay abrazos que valgan, y abundan las tempestades. Levanto las velas y las cortinas. Me despego de la cama, haciéndome la misma maldita pregunta de siempre. Desnuda, para variar, intentando buscar las chanclas por algún lugar de la habitación, no sé dónde las dejé, como tampoco sé donde dejé las ganas de vivir. La marea solo trae mierda al fin y al cabo.

Hoy quiero navegar con lo más bonito que tenga, por eso de decorar el despojo. Y me lanzo a mar abierto para que el futuro no se caiga al mar.
Como un barco pirata sin dirección camino por la Gran Vía con lo primero puesto. La falda es corta, para dejar largas las velas que me lleven a Nunca Jamás. Me pongo la mirada felina y la media sonrisa, la otra media la guardo para cuando me quieran de verdad. Náufraga del viento y musa de muchos, por bandera la ropa de alquien que nunca probé. Los ojos llorosos, la vida tendida, y al timón las ganas de estallar. 230 km/h para huir, contoneando caderas y bailando cada ola. Dejando todo atrás.Y llegar antes posible lo más lejos de aquí, lo más lejos, por favor. Allá donde esté mi maldito tesoro. Sólo es tiempo y velocidad.


No hay tierra a la vista. Me subo a lo más alto del mástil para observar dónde quedó mi destino. Y miro alrededor sin respuesta. Me echo las manos a la cabeza. Me doy cuenta de que Nunca Jamás es la segunda estrella a la derecha, y que sólo soy un barco que navega a la deriva por la calle Montera.
Como dicen, nunca fue fácil llegar a ser una princesa.

Me siento en mitad de la acera, Poseidón ha vuelto a ganar y Penélope no está. Asique hecho el ancla, y tiro mi vida por la borda.


[…] Ni agarrarme a la ciudad, que todo se hundía.
Y vi el mar en la Gran Vía y soñé con navegar… y soñé con naufragar […]




...Y tocarme y hundirme, como en un juego.